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El color que
tiñe mi vida avanza de grises y se culmina de cólera. Ya no se disuelve en el
tiempo, se alimenta de él, forma la espuma, verifica verdades, y vuelve a
nacer.
¿Quien puede
defender un gris? ¿Quien quiere morir en un rosa? ¿Quien sabe defender un azul?
Nos roban lo
utilizado, lo adquirido, lo manipulado. Quieren matar la base, la esencia, la
realidad onírica, la subjetividad.
Si volcamos
agua, el gris se desintegra, reiniciamos nuestro cero. Radicamos el mecanismo,
dilatamos ideas, mi camino se ahoga en la transparencia y muere en el desapego.
Mis pasos de vainilla se quiebran con el viento, y el fondo se aproxima, se
vacía mi frasquito de mariposas, así como los pinceles de brillo
sensorial.
No me quemo, no
respiro. No requiero respirar ¿Mi cuerpo se adaptó? Mi sangre sigue cálida,,,
esperen. Ya no. Próximo al desmayo, mis tejidos se debilitan, pero se amoldan.
Se amoldan al equilibrio, ese del cual me aferro como ideal, pero ahora lo
estoy conociendo, y quiero correr.
Recuerdo como
se sentía, recuerdo como se sentía sentir. Recuerdo como se sentía llorar,
sufrir, amar, reír. Como rozaban los comienzos y troquelaban los finales. Como
receptaba el calor, como me golpeaban las decisiones y me perforaban las
predicciones. Recuerdo lo que era vivir, recuerdo mi gris... Daría lo que fuese
por volver a él.